HISTORIA DE UN DIA Y UNA NOCHE: ABOGADO Y PINTOR
En el crepúsculo de un día que se despliega como un pergamino en el viento, dejo atrás el ruido de los papeles, el crujir de las leyes que marcan el compás del deber. Aquí, en este refugio de luces suaves y sombras que danzan, me encuentro a mí mismo, una vez más, un alma que anhela ser liberada de los grilletes del deber. El escritorio, antaño testigo del peso de la justicia y la balanza del tributo, se convierte en mi altar. Abandonada la corbata y el traje de etiqueta, mis manos ahora son pinceles, herramientas de una búsqueda que trasciende la razón. La paleta es mi nueva jurisprudencia, donde cada color es un argumento, cada trazo, un alegato apasionado. La acuarela despliega su fluidez, como el susurro de una ley olvidada en un rincón polvoriento. El agua se mezcla con pigmentos que emergen como recuerdos; la suavidad de un amanecer o la intensidad de una pasión reprimida. Veo cómo el azul se encuentra con el amarillo, y juntos crean un verde que destila esperanza. En un instante...