HISTORIA DE UN DIA Y UNA NOCHE: ABOGADO Y PINTOR


En el crepúsculo de un día que se despliega como un pergamino en el viento, dejo atrás el ruido de los papeles, el crujir de las leyes que marcan el compás del deber. Aquí, en este refugio de luces suaves y sombras que danzan, me encuentro a mí mismo, una vez más, un alma que anhela ser liberada de los grilletes del deber.

El escritorio, antaño testigo del peso de la justicia y la balanza del tributo, se convierte en mi altar. Abandonada la corbata y el traje de etiqueta, mis manos ahora son pinceles, herramientas de una búsqueda que trasciende la razón. La paleta es mi nueva jurisprudencia, donde cada color es un argumento, cada trazo, un alegato apasionado.

La acuarela despliega su fluidez, como el susurro de una ley olvidada en un rincón polvoriento. El agua se mezcla con pigmentos que emergen como recuerdos; la suavidad de un amanecer o la intensidad de una pasión reprimida. Veo cómo el azul se encuentra con el amarillo, y juntos crean un verde que destila esperanza. En un instante, las reglas rígidas de la vida se funden en midas dorados de libertad.

Las manchas de óleo son el grito de mi alma rebelde; allí, la textura se convierte en la carne de mi deseo. Cada golpe de brocha es un clamor que desafía la monotonía del deber impuesto. Las capas se superponen como los días en el tribunal: siempre más, siempre en busca de la verdad escondida. Una paloma blanca vuela desde el lienzo hacia mi corazón, recordándome que, aun en el papeleo administrativo, hay espacio para soñar.

El día se disuelve, y en el silencio de mi taller, los ecos de la ley se convierten en murmullos de inspiración. Escucho el latido del tiempo, el susurro de las musas que me acompañan en esta penumbra dorada. La luz de la tarde se esfuma, dejando entrar una melancolía que acaricia mis mejillas. Es, en este instante cuando el arte florece, como un jardín secreto que se abre al armonioso caos del universo.

Las horas se deslizan y en el ocaso, me encuentro atrapado entre lo tangible y lo etéreo. Cuando vuelvo, el abogado y el funcionario recaudador despiertan nuevamente, pero una parte de mí permanecerá siempre en esas acuarelas y óleos, en ese refugio donde cada pincelada es una defensa y cada composición, un juicio.

Me despido del arte, pero no de su esencia; tengo la certeza de que en cada jornada laboral, cada papel que reviso, cada contribución que evalúo, llevaré conmigo un fragmento de lo creado, un eco azul y dorado de lo que significa ser libre. En esta dualidad, encuentro mi verdad: el abogado persiste, sí, pero el artista también vive; juntos forman un puente entre la razón y el alma.

Y así, mientras la noche se asienta como un manto estrellado, me encamino de regreso a la realidad, con el corazón rebosante de matices y la mente repleta de sueños. La ley puede esperar; hoy, he vivido entre la tinta y el lienzo, un viaje que jamás se borrará de mi ser.

---

Jorge Paco Monteagudo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

PROMOCIÓN ALFONSO ANGEL HURTADO QUISPE

TRATANDO DE SENTIR COMO VINCENT VAN GOGH

La modelo

Alfonso Hurtado Quispe, "amigo, colega, compañero de lucha..."